
24 Mar Slow travel, viaja con tus cinco sentidos

La verdad no hace falta irse lejos o gastar mucho para aplicar la filosofía slow travel. Para para mi gusto es la mejor manera de conocer el mundo. Ojalá practicase lo que predico, vaya. Pero se intenta. Por circunstancias de la vida, yo misma en muchas ocasiones he viajado en plan «turista estresada». A continuación os cuento algunas de mis mejores experiencias viajando de manera consciente, que en esencia se trata de intentar disfrutar el entorno con todos los sentidos.
-Observar durante horas un lento atardecer en Estambul, escuchar la llamada a la oración y sus ecos por toda la ciudad, ver como poco a poco el cielo cambia de color y se encienden las luces. La hora mágica, la llamábamos. Era a las 8 de la tarde en punto, y se alargaba hasta las nueve y media por lo menos.
-Pararme en algún patio tranquilo de Sevilla, sentarme bajo los primeros rayos de sol de primavera y oír el fluir del agua en una fuente; y oler el perfume a azahar de los naranjos. Una ciudad que es un regalo para los cinco sentidos sin duda. Tan cerca, y mira que tardé en ir.
-Pasear por el Gran Bazar de Estambul sin prisas, charlando y regateando con los simpáticos vendedores; dejando que expongan sus mercancías de las maneras más creativas posibles (enseñándote las mil maneras de colocar un foulard de seda, o cómo recomiendan cocinar con cierta especia). He de decir, que al principio, estando acostumbrada a comprar de otra manera, resulta irritante tantos vendedores abalanzándose sobre ti constantemente y no dejando que elijas el producto a tu aire. Pero, más tarde, descubrí que forma parte de la experiencia de compra, ¡y es sin duda una experiencia única!
-Disfrutar una copa de vino en una terraza en un barrio bohemio de París y sentir el ambiente romántico que se respira en la ciudad por la noche. Hasta que me di cuenta de que el supuesto camarero ni si quiera trabajaba ahí aunque me había traído el vino y nadie parecía conocerle, qué hacía yo ahí sola era otra historia pero desde luego lo del camarero que nadie conocía me cortó el rollo «disfrutemos el ambiente» bien rápido y salí por patas, sin terminarme la copa. Fue bonito mientras duró.
-Disfrutar del ambiente en la Plaza de Oriente, mi lugar preferido de Madrid. Ya sea con amigos o pareja, ir a una terraza bonita pedirme algo rico para beber (o en su versión en mis tiempos mozos, compartir una bolsa de pipas sentada en el césped). Ser consciente del lugar donde estoy, oír los sonidos que me rodean, observar con cuidado el paisaje y cómo éste me hace sentir. Que, siendo mi ciudad natal, lo he hecho pocas poquísimas veces. El modus operandi más común es «corriendo a clase, entrevista, pierdo el tren, trabajo». Pero bueno, se intenta.
-Tomarme mi tiempo para fotografiar detalles, gente y rincones interesantes de Londres que otra gente no percibe en su trajín por fotografiar lo más turístico (véase yo misma cuando me cansé de cargar la refléx).
-Corretear descalza por la playa la playa al amanecer, cuando todavía está desierta y toda para mí (válido para casi cualquier playa). Cada vez que voy a un destino costero, reservo un día para ponerme la alarma muy temprano y disfrutar de esta hora del día. Spoiler: a esa hora toda playa está helada, sea Agosto o no.
-Tumbarme sobre un muro de piedra al sol en uno de los lugares más elevados de Buda y ser consciente de su belleza. (Vale, esto como resultado de mi demoledora paliza previa de «turista estresada» en la ciudad, pero aún así fue una experiencia agradable).
-Y por último una de mis favoritas claro, situarme en un lugar altamente inspirador (donde pase gente interesante, la luz sea especial…) y ponerme a pintar/dibujar. Muy de estudiante de artes, lo sé. Lo he hecho demasiadas menos veces de lo que me gustaría, pero como idea ahí queda.
Éstas son algunas de mis mejores momentos «slow travel» de viajes o visitas que he decidido tomarme con calma, ser consciente de todo mi entorno y disfrutarlo. Lamentablemente, en muchos otros, he ido a la carrera tomando millones de fotos y viendo sitios a lo loco en itinerarios apretados e imposibles, como todo el mundo supongo.
Pero pretendo, cada vez más, viajar lento y disfrutar verdaderamente de lo que me rodea. Aún con tiempo o presupuestos ajustados, no considero que sea una misión imposible. De hecho, está entre mis objetivos para este año el descubrir más pequeños tesoros de mi propio país, e intentar aplicar la filosofía «slow» para cualquier destino que frecuente.
Bueno, como último consejo, si viajáis en compañía mejor asegurarse de que los demás buscan del viaje lo mismo que vosotros, o acabaréis todos desquiciados… Preguntemos a mi inquieta y aventurera hermana qué opina de viajar conmigo y mi filosofía lenta, si no…

Mi hermana, huyendo de mí y mi filosofía de viajar lento
¿Qué pensáis? ¿Cuáles son vuestras experiencias de viajes conscientes?